Sí podemos decir que nos gusta el movimiento y los encuadres de la fotografía del veterano Justo Cruz; no podemos decir lo mismo de la edición que pierde sentido en el tiempo.

En efecto, “A ritmo de fe”, como cine, puede ser considerado como un paso de avance en nuestra incipiente cinematografía, porque, por más vueltas que le demos al asunto, es la primera vez que se hace un film musical en nuestro país. O sea, es una osadía de sus creadores porque aquí todos sabemos lo que funciona de cara a la taquilla: la comedia esperpéntica y sin sentido, mal hecha y peor actuada.

Dicho esto, veamos por qué, a pesar de ser lo dicho, dista mucho de alcanzar la calidad que han alcanzado, entre otras, películas como “La lucha de Ana” o “La hija natural”-

Para empezar, el guión, la historia que se cuenta recurre a una formulita que se ha llevado docenas de veces a la pantalla. Por supuesto, que se enganche el guionista a una fórmula resobada no implica mala calidad; pero sucede que, más allá de ello, la mayor parte de los personajes (no confundir intérpretes con personajes, por favor) son puros y perfectos clichés: Juan Pérez es un calco de otras docenas en la historia del cine, y sus actitudes, su sicología, es un mero calco también; lo mismo sucede con la novia, con la abuela y con la propietaria de la escuela de danza y su hijo.

Pero hay más: todavía podríamos obviar los clichés, pero por lo menos un par de ellos resultan demasiado exagerados en su formulación sicológica: Se hace evidente que Juan es un tipo inteligente, pero una persona inteligente debe darse cuenta de cuando está metiendo la pata, no se puede estar todo el tiempo enfrentando a todos ni siquiera estando en la cima del éxito, menos cuando se depende de todo el entorno. La señora propietaria se parece más a un miembro distinguido del clan y no una simple empresaria y madre. Otro personaje que falla en su presentación es Santana: si usted era antes un buen bailarín (cosa que nunca se dice) y ahora no es más que profesor de danza y renuncia a su trabajo, ¿de dónde diablos saca tanto dinero como para regalar a manos llenas? 

Y, algo más de sicología, que Juan pasee por la playa y se escuche una canción alusiva a la fe religiosa no explica una conversión y un cambio de actitud súbitos, o, por lo menos, eso nos parece a nosotros aunque, como con los panes y los peces... suceden milagros.

En cuanto a aspectos propios ya no de la sicología sino de lo estrictamente cinematográfico, sí podemos decir que nos gusta el movimiento y los encuadres de la fotografía del veterano  Justo Cruz; no podemos decir lo mismo de la edición que pierde el sentido del “tempo” cinematográfico dando saltos de un lado a otro, y se desborda en fundidos en negro.

Y, si en efecto se trata de un film musical, hubiéramos agradecido de todos modos un poco menos de música y un tanto más de historia. Resulta un tanto inverosímil que el Juan (que no es Supermán), estudie danza, trabaje en un musical por paga y, de ñapa, baile con sus amigos en un almacén abandonado.